jueves, 10 de diciembre de 2009
Prometeo
Muchas veces, a los mortales nos pasa igual al intentar acercarnos a lo divino, a nuestros objetivos. Se persigue la mejora, la perfección, la completitud. Si los objetivos son hermosos, las pretensiones altas y no se consiguen, sobreviene el castigo, la decepción. Puede ser tan duro ese castigo como el que tuvo Prometeo, incluso más, porque normalmente nos lo procuramos nosotros mismos. Al igual que él, esperamos la redención y algunas veces la conseguimos, aunque nunca se sabe si habrá un Hércules para liberarnos.
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